La violencia no comienza con el maltrato físico y el ‘femicidio’ sino mucho antes en un incremento de ella que nace desde que  a la persona se le entiende como mercancía.
Se trata de una mercancía que vende su fuerza de vida y que con ello consume una apariencia para que se le considere como satisfactoria para el consumo moderno y utilitario. En los comienzos del mercantilismo, a la aristocracia, la monarquía y los comerciantes les significaba la protección de su propiedad familiar –la mujer incluso- y luego bajo el período nazi se le consideró principalmente como ‘vientre’ para proteger la ‘raza’.
El sexo, en los comienzos de la civilización, un acto de entrega, se transformó en un comercio para proteger la propiedad privada y entregar mano de obra a los patrones, consumidores de energía de vida.
Con este trabajo, que hace poco entiendo como unidad, lo que pretendo es registrar una de las formas en que a la mujer se le usa en un consumo improductivo que usa el valor de cambio de su energía para consumir también improductivamente –en su imagen- haciendo que el dinero que produce, su salario, vuelva al patrón en el dinero que paga por su consumo. En este caso, la mujer es mercancía que se auto-genera como mercancía.
De allí nacen las leyes sobre la sexualidad de la mujer, como la ley de aborto, que escribe gente que ya pasó la edad de la fertilidad. Su intención no es la modalidad de la vida, sino proteger la creación de mano obrera para sus financiadores.
Todas las fotografías están registradas en película ya sea 35mm y 120. Los procesos digitales me han permitido hacer una fotografía que se aleja del ‘realismo con alegoría’ hacia un ‘realismo dialéctico’ que refleja las contradicciones que existen en la PachaMama.
Yo no sé mucho de futuros, pero creo que una constitución nueva y humanizada puede ser base para construir una sociedad que nos permita defendernos hacia una nueva humanidad.