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Ha sido necesario dejar de manifiesto por los expertos, los cambios que se están produciendo en el clima global. Si bien hay certezas, también hay incertidumbres, especialmente asociadas a los efectos específicos que provocarán estos cambios.
Nuestro país está dentro de los territorios que tendría un mayor impacto por efecto del cambio climático. Y una de las variables más afectadas será (y es) la disponibilidad de agua, especialmente para el desarrollo agrícola y ganadero de nuestro país.
Usando el eufemismo de “escasez hídrica” nos referimos lisa y llanamente a la sequía, que es un evento provocado por el cambio de los factores climáticos y que provoca una menor precipitación líquida y sólida, que disminuye la cantidad de agua en los cauces naturales y la disponibilidad de agua subterránea. Es importante mencionar que la medición de las precipitaciones es por intervalos de años, por lo que su fluctuación está determinada por valores estadísticos y no en una mirada sistémica natural.
Pero también es importante reconocer que la sequía no sólo es por efecto del cambio climático. Resulta de una sobreexplotación de los recursos naturales, incluyendo el agua, pero además el suelo y la flora, especialmente lo que se refiere a lo nativo. La irresponsabilidad en el uso del agua ha provocado que en ciertos territorios de nuestro país se vivan situaciones de falta de agua incluso para consumo de las personas, lo que está considerado como una vulneración de un derecho básico de las personas, como es el acceso al vital elemento.
Esta sobreexplotación de recursos está dada por diversos factores. En primer lugar, por una industria agropecuaria desregulada y que pone como prioridad la producción y la maximización en el uso de los recursos antes que la sustentabilidad. Como un segundo punto, la industria agrícola, en general, funciona porque no existe la suficiente base legal para preservar o proteger los recursos naturales. La expresión de una sociedad parte en la participación democrática para construir un marco legal apropiado a las necesidades.
En tercer lugar, el acto individual de usar los recursos naturales está decantado en los dos anteriores. Esto significa que cada uno de nosotros actúa de una manera que permite que esto ocurra, es decir, que el recurso sea mal usado. Y una vez más, llegamos a la génesis del problema: la falta de conocimiento. Es imprescindible educar a las personas, generar mayor evidencia científica y empírica, que permitan tener un marco regulatorio y una mirada individual y colectiva que esté pensando en el agua como un recurso escaso y que debe ser cuidado.
Como sociedad estamos aún a tiempo para trabajar desde lo individual a lo colectivo, desde lo familiar a lo industrial y desde lo sostenible a lo sustentable, para que seamos capaces de manejar el recurso hídrico en forma óptima y que éste sea accesible a todas las personas y actividades económicas y ecosistémicas.