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“En un país económicamente desigual, donde el consumidor es más importante que el bien educado, donde la población envejece rápidamente, donde crecientemente dependemos de cosas que no percibimos ni podemos controlar, donde hay una gigantesca crisis de legitimación de la representatividad política, donde los ciudadanos están empoderados tecnológicamente más que nunca antes en la historia y donde las empresas más grandes tienen la imagen de buscar sólo la maximización de su valor privado mientras minimizan su valor público, ¿cómo se puede evitar un estallido social de enormes proporciones?”
Ése fue el hilo conductor que guio la charla denominada “Las Noticias y el Cambio: la nueva paradoja”, que el destacado periodista de televisión y radio Fernando Paulsen realizó en el Campus Rodelillo de la Universidad Viña del Mar, en el contexto de la semana de aniversario de la Escuela de Comunicaciones.
Para Paulsen, la clave está en la capacidad de detectar los cambios –más que verlos-, antes de que sea demasiado tarde. “Por ejemplo, hoy existe una paradoja entre la educación y el consumo: si bien la educación de calidad está valorizada, esa valorización recae en que nos da acceso a mejores oportunidades… en definitiva, lo que no puede fallar en la sociedad de hoy es el consumo”, explicó el comunicador.
“Otro ejemplo es el envejecimiento de la población. Lo que genera esta realidad es que no tenemos la cantidad de chilenos suficientes para proveer la fuerza laboral necesaria. Y acá, un ejemplo: ¿qué pasaría si un día, todos los extranjeros que se desempeñan en atención primaria de salud no fueran a trabajar? El sistema no funcionaría, porque ellos representan el 52% de los trabajadores de esa área”, continuó el periodista.
¿Y qué ocurre con la dicotomía entre el valor privado y el valor público de las empresas? “La lógica transaccional es la que prima… basta con mirar el promedio del SIMCE de las escuelas donde van los hijos de los mineros de la gran minería del cobre: no hay ningún beneficio por tener las operaciones mineras en el patio de la casa”, agregó Paulsen.
El punto es que frente a estos cambios en ciernes, la capacidad del periodismo de anticiparse a ellos es prácticamente nula. “Se sobreestima el poder de las autoridades, se sobrevalora la imagen frente al contenido, se cae en ‘la verdaderidad’, esa sensación de que si algo es plausible, o puede ser verdad, definitivamente lo es”, dijo el conductor de televisión.
Y ante esto, ¿qué hacer? El comunicador responde con una frase: “Asombrarse es comenzar a entender… la única forma de ser un buen periodista, un buen cineasta, o un buen relacionador público es no perder la capacidad de asombro… y eso es algo que no se aprende en las escuelas de comunicaciones”, puntualizó Fernando Paulsen.
“Nuestra Escuela ha sido pionera: fue la primera en reabrir la carrera de periodismo en la Región, fue la primera en dictar la carrera universitaria de Relaciones Públicas. Hoy tenemos el acento puesto en la persona humana: queremos formar personas que desde las comunicaciones aporten al mundo, haciéndolo más humano”, aseveró Lila Farías, la Directora de la Escuela de Comunicaciones.
Y entregó algunas cifras que marcan los 27 años de historia de la escuela: 1.192 comunicadores se han titulado en sus aulas (605 periodistas, 500 relacionadores públicos, 59 cineastas y 28 publicistas), 5 años de acreditación se obtuvieron para la carrera de periodismo y 4 para relaciones públicas, ejemplificó Farías.